lunes, 31 de enero de 2011

Ciudad de Ilión


AL FIN he terminado La Ilíada. Me ha costado más que Guerra y paz y Crimen y castigo juntos. Por fin puedo poner la frase que me llamó a leerla cuando, en Teoría de la Literatura, Horacio decía que un buen escritor tiene que atraer al lector relatándole al principio de su obra en qué se va a adentrar:
Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo, cólera funesta que ocasionó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades tantas almas valerosas de héroes, que fueron pasto de perros y aves.

Qué gusto. Y ahora ya puedo decir que, aunque al principio me pareció un soberano coñazo, al final le acabé cogiendo el gustillo a esto de los clásicos. Y ahora mi padre ya no me puede decir que a qué espero a leerla, que él la leyó con doce años cuando vió en algún sitio: ¿qué queda del imperio de Alejandro? Nada. ¿Qué queda de Homero? Todo.


Y ya puedo subir esta foto que me encanta del rapto de Helena.

viernes, 28 de enero de 2011

Nothing is gonna change my world.

Entrada relámpago de no tener nada que decir.

martes, 18 de enero de 2011

Das Ende







Ayer y otros días han estado echando en La 2 una serie de documentales buenísimos de la 2ª Guerra Mundial. Que es verdad que el tema está muy trillado pero estos me han gustado especialmente, y lo mejor es que en el último de la serie daban las gracias a los cámaras que habían hecho posible la realización de tan valiosos testimonios. La labor de los cámaras es algo que he admirado muchísimo desde que me imaginé lo cansado (por no decir cojonero) que tiene que ser para un buen hombre ir con gente como Jesús Calleja, que se mete en cada follón, siempre un paso por delante, sin decir ni pío y en medio de cada lío que para qué. Las imágenes de esta guerra son increíbles, parecen películas; no puedo dejar de pensar en la sangre fría que hay que tener para grabar los bombardeos o las trincheras. Lo más entrañable es cuando al final, en los agradecimentos, hablan de los cámaras caseros y familiares y dicen que así han podido grabar, cuando se anunció el final de la Guerra, a una nena, que dios sabe si seguirá viva, escribiendo THE END en una bomba. Que tremenda imagen, por cierto.

Por si a alguien le ha picado la curiosidad, ahí pongo un fragmento del último video de la serie.

miércoles, 5 de enero de 2011

estarse en silencio mirándole el alma por los ojos

El 31 de diciembre de 1936 murió Unamuno:
Señalemos hoy que Unamuno ha muerto repentinamente, como el que muere en la guerra. ¿Contra quién? Quizá contra sí mismo.
(Antonio Machado).

Además de lo que pobremente estudié en el instituto no sabía yo nada de este hombre, ¡y es una maravilla!

Yo sigo escribiendo aunque no tenga un triste comentario.

"Es lo último que os digo, no tengáis miedo a la podredumbre..."
La tía Tula.


domingo, 2 de enero de 2011

porque solo fluye en el mundo la tristeza

Como este 2010 ha sido un poco raro, pocas cosas le pido a 2011. Eso sí, unos propósitos muy claros: leer muchísmo más de lo que he hecho (la lista de libros se me ha quedado paupérrima,y mi propósito de terminar la Ilíada antes de que acabara el año ha fracasado), bailar más y mejor, estudiar con ganas, y otras cosas que son demasiado privadas y utópicas para poner aquí. De momento, vamos a empezarlo con buen pie, con uno de mis poemas favoritos del mundo mundial. La pega, porque siempre hay una pega, es que es largo de más para captar toda la atención, pero tranquis que es en español y yo lo pongo en negrita, con permiso de Alonso, mis fragmentos favoritos, que para algo este es mi blog.



A UN RÍO LE LLAMAN CARLOS





Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos).

Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.

Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(genero, especie)
y qué eran, qué significaban «fluir», «fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tu ;reflejo absoluto
yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.

Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.

Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.

Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.

Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.

Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.


Qué grande; se me pone la piel de gallina (o me estremezco, que es más poético).